Es probable que la berenjena fuera introducida en Italia por los frailes carmelitas, y sin embargo fue ignorada a nivel gastronómico hasta el punto de que en las primeras discusiones sobre la alimentación en la Edad Media ni siquiera se menciona. En la época medieval se creía que, si se comía cruda, la berenjena podía volver loco. Y no solo eso: Botlan, un experto médico árabe, dijo que la berenjena no solo hacía que las personas que la comieran fueran propensas a la melancolía, sino que también las incitaba a una lujuria desenfrenada y excesiva. Otra pequeña curiosidad: durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el tabaco era difícil de encontrar, las hojas de la planta de berenjena se secaban y se usaban para hacer cigarrillos. La berenjena también se usa en cosmética: su carne se cocina y se tritura con un tenedor; si se mezcla con yogur, es perfecta como mascarilla facial.